¿Entrenamiento o Desarrollo? Una diferencia que cambia la forma en que aprendemos en el trabajo
- Danila Pieruccioni
- 4 jul
- 4 Min. de lectura

Durante mucho tiempo se habló de entrenamiento como sinónimo de formación. Pero lo cierto es que no todo lo que nos enseñan impacta del mismo modo en nuestra forma de trabajar o en nuestras posibilidades de crecimiento. Hay una diferencia clave entre entrenar y desarrollar. Y no es solo una cuestión de palabras: es una diferencia de profundidad, de impacto y también de responsabilidad.
Entrenar: incorporar habilidades, cumplir con lo esperado
El entrenamiento tiene un lugar fundamental, sobre todo cuando necesitamos adquirir habilidades técnicas, seguir procedimientos o manejar herramientas específicas.
En general, el entrenamiento:
Se basa en una lógica más bien unidireccional: alguien enseña, otro aprende.
Tiene objetivos definidos desde afuera: qué hay que saber, cómo se debe hacer.
Está centrado en la tarea o el procedimiento más que en la persona.
Busca eficiencia, cumplimiento y consistencia.
Este enfoque es muy útil, por ejemplo, cuando alguien se incorpora a un equipo y necesita aprender el sistema que se usa, o cuando se implementa un nuevo proceso.
Recuerdo claramente mis primeros años trabajando en grandes multinacionales: los entrenamientos eran necesarios y estaban perfectamente organizados, pero muchas veces terminaban siendo instancias de repetición. Aprendías qué hacer, pero pocas veces te invitaban a pensar por qué hacerlo así o cómo mejorarlo en tu contexto. Era como recibir una caja con herramientas que no siempre sabías cuándo usar.
Desarrollar: activar el pensamiento, integrar lo aprendido
El desarrollo, en cambio, implica una lógica distinta. El punto de partida no es solo el contenido, sino también la persona y su contexto.
En las acciones de desarrollo:
El conocimiento se construye de forma más activa, en interacción con otros.
Se trabaja sobre habilidades complejas: liderazgo, comunicación, toma de decisiones, gestión emocional, visión estratégica, entre otras.
La participación no es pasiva: se espera que cada quien traiga su experiencia, sus preguntas, su forma de ver el mundo.
Hay espacio para el ensayo, el error, la reflexión y la transferencia a la vida laboral real.
Tuve la suerte de pasar, años después, al otro lado: el de diseñar programas de aprendizaje y acompañar procesos de desarrollo. Y vi con claridad lo que cambia cuando el aprendizaje no se entrega empaquetado, sino que se construye con los participantes.En uno de los programas que diseñamos con mi equipo, trabajamos con líderes que llevaban años en sus cargos. No necesitaban que alguien les dijera cómo dar feedback: necesitaban pensar cómo lo estaban dando, qué les funcionaba, qué no, y cómo podían adaptar sus conversaciones a equipos que estaban cambiando. Ese proceso, que fue grupal y profundamente reflexivo, generó resultados concretos, pero sobre todo generó una transformación interna que se notaba en sus decisiones del día a día.
A diferencia del entrenamiento, que busca “capacitar para hacer”, el desarrollo apunta a transformar la manera en que cada persona comprende, interpreta y actúa en su entorno de trabajo.

¿Por qué importa esta diferencia?
Porque cuando confundimos ambos conceptos, podemos frustrarnos esperando resultados que no se corresponden con la metodología usada.Un taller puede tener formato de desarrollo o de entrenamiento. Lo que marca la diferencia no es el tiempo ni la plataforma, sino el enfoque:¿El contenido se impone o se construye? ¿El facilitador es un instructor o un guía? ¿El participante repite o elabora?
En mis años como facilitadora, descubrí que muchas personas llegan a los espacios de formación esperando una receta. Pero cuando abrimos preguntas, cuando les damos lugar a sus experiencias reales y sus tensiones cotidianas, se produce algo mucho más poderoso. No es solo que “aprenden”, sino que se apropian de lo aprendido. Lo hacen suyo. Y eso marca una diferencia enorme en la forma en que lo llevan al trabajo.
WorkLab Program: desarrollo que podés elegir vos
En Hayque, diseñamos el WorkLab Program con esta lógica. No es un entrenamiento clásico, aunque haya contenidos técnicos. Es un espacio de desarrollo, donde cada módulo está pensado para generar aprendizaje significativo, con recursos aplicables pero también con preguntas abiertas, ejercicios de autoconocimiento, reflexión grupal y transferencia concreta a la tarea.
Y hay algo más: no hace falta que una organización te elija para hacerlo.Estamos acostumbrados a pensar que este tipo de programas solo están disponibles para quienes trabajan en grandes empresas y son seleccionados por sus líderes o por Recursos Humanos.Pero desde Hayque lo pensamos distinto: este programa lo podés elegir vos, como persona, como profesional, como alguien que quiere crecer más allá del lugar que ocupa hoy.
Personalmente, viví ambas caras de esa realidad: fui elegida muchas veces para participar en programas de alto nivel. Pero también supe lo que es esperar que “alguien más” decida si invertía en mi desarrollo. Con Hayque quisimos romper con esa lógica. Porque el crecimiento no debería depender de ser parte de un grupo selecto, ni de estar en una organización con presupuesto para formación.
Desarrollarte también puede ser una decisión personal. Una que tomás por vos.
¿Querés seguir reflexionando sobre cómo aprendemos en el trabajo?Explorá el WorkLab Program y encontrá un espacio para crecer, sin que nadie tenga que darte permiso
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